Una cultura organizacional justa es imprescindible para el éxito de las empresas. Construirla requiere compromiso y honestidad por parte de todos los miembros. En Más allá de lo medible, la prestigiosa consultora empresarial Margaret Heffernan expone las bases para conformar equipos proactivos y comprometidos dispuestos a dar lo mejor de sí. Con prácticos ejemplos, muestra cómo los pequeños hábitos y la calidad de las relaciones cotidianas construyen el capital social que distingue a las compañías más exitosas.
En este resumen usted aprenderá:
- Qué es una cultura organizacional justa;
- Cuáles son los beneficios que aporta a las empresas y
- Cuales son los fundamentos para construirla.
Ideas fundamentales
- Una cultura organizacional justa es determinante para el éxito de las compañías.
- Evitar los conflictos y las diferencias es un grave error, puesto que se inhibe la participación y la crítica constructiva.
- Los errores son una fuente invaluable de conocimiento para las empresas.
- La calidad de las relaciones que se desarrollan entre los miembros de un equipo influye en su productividad.
- El capital social que se genera a partir de estas relaciones puede ser usado en beneficio de la compañía.
- Los equipos no deben soportar cargas excesivas de trabajo ni deben estar sujetos a tolerar largos periodos sin descanso.
- La rigidez de las jerarquías es uno de los principales obstáculos para una cultura organizacional justa.
- Es conveniente que los miembros del equipo tengan la oportunidad de trabajar fuera de la oficina, para romper la rutina.
- Las personas en las que se ha depositado confianza generan resultados mayores.
- Los ”hackathons” son encuentros de programadores cuyo objetivo es la generación masiva de ideas.
Resumen
Eliminar los miedos
La cultura organizacional de una empresa es determinante para su éxito. Muchas compañías invierten grandes sumas en programas parar formar una cultura organizacional adecuada, pero los resultados son generalmente poco satisfactorios. Esto se debe a que no consideran que la cultura organizacional justa se construye desde los pequeños hábitos, las relaciones y elecciones de todos los miembros de la compañía, sin importar su posición jerárquica. Para lograr una cultura empresarial apropiada es necesario promover la expresión libre y comprometida de todos los integrantes del equipo.
La cultura organizacional justa se inspira en la industria de la aviación. Para hacer los mecanismos de seguridad más eficientes, se crearon organizaciones con jerarquías más flexibles, en las que se imponía la autocrítica rigurosa a todos los niveles con el fin de garantizar la seguridad en los controles. La industria de la salud también innovó en las culturas justas. Estas exigen que todos los miembros estén en posibilidad de señalar errores, estar al tanto de los procesos y los diagnósticos, y hacer propuestas.
“Los CEO con los que trabajo están frustrados por la falta de energía e ingenio que ven en sus trabajadores”.
La conformación de cultura empresarial justa exige crear canales de comunicación abiertos, democráticos e incluyentes en todos los departamentos, que garanticen el intercambio de ideas y la crítica necesarias para explotar al máximo el potencial de toda la plantilla. Esto supone expresar generosidad y humildad en todas las relaciones, así como empatía y entusiasmo colaborativo.
“El objetivo de una cultura organizacional justa es hacer brotar la información, inteligencia y perspicacia necesarias para tomar las mejores decisiones”.
Para evitar el silencio en las reuniones y la pobre expresión de ideas, se debe acabar con el temor al conflicto y al desacuerdo. Los conflictos deben transformarse en procesos creativos que aseguren la optimización de todos los procesos. Comúnmente, los miembros de un equipo dejan de expresar sus opiniones más críticas por temor a generar tensión. La mayoría de las personas evita el conflicto naturalmente, lo cual es un grave error, puesto que inhibe la generación de soluciones creativas y comprometidas.
Una cultura organizacional justa es necesaria para crear un entorno que satisfaga las necesidades emocionales y comunicativas de sus miembros. Los directores deben formar equipos heterogéneos que se nutran de distintas personalidades. Los individuos similares piensan igual y se encasillan en una sola manera de ver las cosas.
“Para que el diálogo resultante sea enriquecedor es necesario obtener información y buenas preguntas”.
Los conflictos creativos que se generan durante las discusiones son positivos y motivan el desarrollo y la participación de cada uno de sus miembros. Idealmente, deben ser una realidad cotidiana en los equipos de trabajo. Al poner a prueba cada idea o argumento, se asegura un alto control de calidad en cada toma de decisiones. Los equipos deben desarrollar un pensamiento crítico y analítico que les permita dimensionar cada una de las circunstancias de trabajo. Se deben hacer más preguntas que afirmaciones. Es conveniente, incluso ante cualquier controversia, nombrar a alguien que haga el papel de “abogado del diablo” y cuestione las certezas del equipo.
“Las preguntas son el cuerpo y alma del conflicto constructivo”.
El miedo al error debe ser igualmente erradicado, puesto que inhibe la creatividad y la toma de riesgos. El error es una de las principales fuentes de conocimiento. Todos los miembros deben aprender de los errores. Es conveniente llevar un registro de los más graves cometidos y realizar un análisis posterior.
Capital humano
Las sinergias que genera un equipo son tanto o más importantes que los talentos personales. Es imprescindible que los equipos de trabajo logren una relación adecuada. Por tal motivo, es necesario un marco de igualdad donde todos se expresen, escuchen y sean sensibles a las emociones de los demás. En este sentido, la experiencia muestra que los equipos conformados por hombres y mujeres funcionan mejor. Los miembros del equipo deben ser empáticos e intentar ponerse todo el tiempo en los zapatos del otro.
“Nuestra capacidad de apreciar las perspectivas del otro solo se ve realizada cuando ambas partes se comprometen al debate”.
Estas prácticas generarán un capital social del que puede valerse la empresa para apalancar su crecimiento y afrontar conflictos. Fomentar las relaciones entre las personas que laboran en una compañía mejora el rendimiento y la productividad. Así, los equipos integrados con base en la empatía, la generosidad y la colaboración están más preparados para el cambio. De ser posible, los miembros de una compañía deben intercambiar labores regularmente, con el fin de conocer las verdaderas implicaciones del trabajo de los otros.
“Tenemos la ilusión de que podemos hacer varias cosas a la vez, pero ningún cerebro está diseñado para eso”.
Contrario a lo que se podría creer, generar un entorno de confianza, honestidad y empatía no significa crear lazos de amistad, sino simplemente favorecer el surgimiento de colectivos creativos y cohesionados, que tengan capacidad para tomar decisiones. Es fundamental que estos colectivos tengan ante todo la capacidad de escucharse unos a otros con atención, sin anteponer protagonismos o intereses personales. Así, mientras mayor sea la jerarquía de un directivo, mayor es su responsabilidad de escuchar a toda la planta.
Pensar con el cuerpo
Generar una cultura organizacional justa demanda tomar conciencia de las limitaciones y necesidades físicas de un equipo. Tenga en cuenta que no es posible mantener niveles eficientes de productividad durante largos periodos. No se debe presionar ni sobrecargar a los equipos. A lo largo de una jornada de trabajo es necesario contar con los descansos necesarios. Asimismo, se debe tomar conciencia de que la creatividad no surge necesariamente en los entornos tradicionales de la oficina. Por ello, a veces es conveniente salir o permitir a las personas dar un paseo.
“Disponer de un momento para «no hacer» daba alas a mi mente”.
El reposo también es importante. Cuando se sacrifican horas de sueño no solo se afecta el descanso; también se pierde la oportunidad de que el inconsciente resuelva problemas y genere ideas al dormir. Fuera de la oficina se debe mantener siempre una actitud de apertura y curiosidad por temas y cuestiones distintas de la propia actividad para poder tomar la mayor perspectiva en el trabajo.
“Las herramientas generalizadas de apreciación, evaluación y clasificación otorgan una ilusión de control, una forma consoladora de enfrentarse a la holgazanería”.
Durante la jornada de trabajo es conveniente establecer horarios de silencio o concentración. Es decir, periodos en los que el equipo acordará no realizar interrupciones ni consultas entre sí, puesto que se estarán realizando las labores que requieren mayor concentración, preferentemente en la mañana. Fuera de estos horarios, los jefes pueden acudir a los miembros del equipo por retroalimentación y viceversa, se pueden programar reuniones y demás actividades ajenas al trabajo duro. Esta estrategia puede incrementar hasta en un 65% la productividad del equipo.
Derrumbar los muros
Para lograr una cultura organizacional justa, las compañías se enfrentan al desafío de superar el estatismo causado por la rigidez de las estructuras, la jerarquización y consecuente lentitud en los procesos de mejora y retroalimentación. Es común que los distintos departamentos de una empresa tengan problemas para colaborar entre sí y no sean empáticos hacia la condición de los otros. Por ello, las culturas organizacionales deben permanecer abiertas y flexibles, con el fin de motivar a todos sus integrantes a dar lo mejor de sí mismos.
“Los dos mayores obstáculos para la innovación eran las rígidas jerarquías y no sacar el suficiente partido al potencial que tienen nuestros empleados”.
Es común que las empresas que no logran una cultura organizacional justa desaprovechen buena parte del talento del equipo, que se mantiene reacio a aportar en un entorno cerrado. Los directores tienen la capacidad de transformar esta situación mediante el ejemplo, al reafirmar la confianza, honestidad y apertura en la toma de decisiones.
“Cuando los ejecutivos creen que lo único importante son los conocimientos específicos y la omnisciencia dan la impresión de no preocuparse por quienes están a su alrededor”.
Las empresas que deciden eliminar los muros físicos de las oficinas para mejorar la convivencia cometen un grave error. La experiencia muestra que, en esos entornos, la capacidad de concentración y el rendimiento son pocos. El espacio no crea por sí solo una cultura organizacional justa; las acciones y las relaciones, sí. Es preferible la flexibilidad para que los equipos trabajen desde casa o desde un lugar distinto a la oficina. Las reuniones de trabajo pueden programarse en un lugar distinto que permite a todos salir de la rutina y el estancamiento creativo. En general, toda práctica que inhiba la expresión libre de los colaboradores debe eliminarse.
En casa, los miembros de un equipo están más conscientes de su lado humano, e incluso las discusiones pueden manejarse de mejor manera ante la distancia física. Además, el trabajo desde casa permite atenuar las jerarquías, mantenerse en un entorno familiar a los valores propios y abandonar la perspectiva tradicional de la oficina. Para las personas que tienen hijos, la oportunidad de trabajar en casa representará también la oportunidad de estar más presentes en sus familias. El capital social de las empresas aumenta a medida que favorecen la conciliación de sus miembros.
“Tal vez haya quien piense que el poder es un premio o un privilegio, pero supone un problema, y cuanto más rígida es la jerarquía, mayores son los riesgos”.
Una multitud de líderes
Aunque comúnmente se considera que los resultados que obtienen las personas al intentar resolver un problema dependen exclusivamente de su talento, la realidad es que las expectativas que se tienen de los individuos influyen en sus resultados. Cuando se deposita confianza en las personas y se generan altas expectativas acerca de su desempeño, aumentan las probabilidades de éxito. Por esta razón, es un error depositar todas las expectativas en sólo unos pocos elementos de supuesto gran talento. Las compañías deben promover la confianza de las personas en su creatividad y valía.
“Las organizaciones son sistemas para los que no existe una mano de santo, pero sí son receptivas a las culturas justas que afectan a todos”.
Asimismo, se debe tener cuidado al promover distinciones o clasificaciones entre los empleados. El resultado de estas prácticas comúnmente es contraproducente, puesto que desalientan y desmotivan a los miembros del equipo que no pertenecen a los cuadros de los “mejores” empleados. Es preferible buscar hacer crecer la confianza de toda la platilla y permitirles dar los mejores resultados posibles. Todos los miembros del equipo son capaces de asumir el liderazgo ante algún problema específico.
Una cultura organizacional justa demanda que los directivos crean en el potencial de cada miembro del equipo. Las personas prefieren colaborar con jefes que les ayuden a resolver problemas por sí mismos y les otorguen autonomía. Los directivos deben tomarse el tiempo para conocer a todo el equipo un poco más allá de lo estrictamente laboral y deben reconocer constantemente la importancia de cada uno en el funcionamiento total de la empresa. Además, los directivos deben formar equipos en los que colaboren en un plano de igualdad, sin jerarquías, a la hora de discutir ideas. Conocer a los colaboradores en un plano más personal puede reportar enormes beneficios y descubrir potenciales ocultos.
“El propósito de la vida humana no es vivirla sin fallos ni fricciones, sino hacer crecer a los demás y crecer a través de ellos”.
El poder en la oficina debe compartirse y no ejercerse unilateralmente. Nadie posee la respuesta a todas las preguntas ni la última palabra sobre la mejor solución. Los líderes de las culturas organizacionales justas lo saben y lo llevan a la práctica en cada pequeña acción. Se deben reconocer los errores sin culpas, y se deben votar las mejores ideas sin importar de donde vengan. Los jefes que asumen que no deben equivocarse son más propensos a tomar decisiones desacertadas ante las que nadie se atrevió a protestar.
Los “hackathons”
La importancia de la generación de ideas en ambientes libres y sin jerarquías llevó a las compañías informáticas en Estados Unidos a crear encuentros masivos de programadores de corta duración, que trabajan en equipos independientes para generar ideas o resolver problemas. En los hackathons, profesionales de una o distintas compañías, que no trabajan comúnmente juntos, se ponen a colaborar en equipo para generar ideas. Los resultados de estos hackathons son muy satisfactorios. Las sinergias que se generan en estos ambientes reproducen una cultura organizacional justa ideal.
Al realizar este tipo de encuentros es conveniente asegurar una organización rigurosa y que los equipos se concentren en cuestiones específicas. Dado que el tiempo es limitado, la generación de ideas suele ser frenética y los participantes de muestran muy satisfechos y divertidos. Hoy, muchas de las grandes compañías realizan hackathons para encontrar talentos tanto en el interior como en el exterior de la organización, identificar líderes, áreas de oportunidad y solucionar problemas.
Los equipos necesitan tener tanto momentos de silencio y concentración como momentos de debate y confrontación intensos. En este equilibrio se encuentra uno de los principales fundamentos de la cultura organizacional justa.
Sobre la autora
Margaret Heffernan ha recibido numerosos premios como productora de la BBC. Es consultora empresarial y autora de libros de negocios.